lunes, 6 de octubre de 2008

What a clumsy kind of low...

Solía haber una época en la que descargaba todas mis frustraciones de forma escrita, era una época en la que no me importaba que tantas de faltas de ortografía tuvieran mis escritos, o que tan bien se entendieran las ideas que muchas veces quería explicar, pues al final solo con letras lograba plasmar de manera inteligente lo que necesitaba expresar. De alguna u otra forma nunca me sentí presionado a escribir, solo lo hacía para mí, para sentirme mejor conmigo mismo. Descubrí que la escritura se transformaba en esa herramienta de la que tanto hablaba la gente para descargar iras, emociones y sentimientos guardados. No quería que nadie supiera lo que escribiera, lo hacía con la única intención de que yo me diera cuenta que era en realidad lo que sucedía dentro de mí. Mientras más lo hacía más adicto me volvía, a veces mi única motivación en el día era poder llegar a sentarme en mi escritorio, abrir mi cuaderno y redactar de manera alocada todo lo que había guardado en el caché de mis frustraciones. Prefería no gritarle a nadie, prefería no hacer corajes con nadie, prefería solamente usar mi pluma y sincronizar mi cabeza con una hoja de papel. Me gustaba hablar de mí, pero solo para mis ojos, era un hábito extraño que comenzó a florar cada vez más y más mientras era sumergido de manera obligatoria al mundo de la adolescencia y las hormonas a flor de piel.

Hubo algún momento en que mi vida dio un cambio radical de pensamiento, en el que descalabros sentimentales y otras decepciones fueran ayudando a que mi forma de ver la vida se distorsionara. De pronto me volví más seco, cada vez más cerrado, mi apatía regía la forma en la que sentía que el mundo se comportaba acorde a mi existir. La escritura dejó a partir de entonces de ser algo necesario dentro de mi vida. Mientras más me cuestionaba mi entorno más desilusionado acababa, dejé de apreciar el mundo como algo sencillo, algo fácil, una meta tachada al final de camino con sus sorpresas y decepciones a lo largo del mismo. Comencé a odiar los conceptos de predestinación, de metas alcanzables, de gente con el mañana asegurado y ganas de salir adelante. El azar era mi único amigo. Tal vez por eso mismo dejé de creer en los sentimientos como algo real. Sin embargo mientras más crecía mi rabia hacia la realidad mayor era mi miedo a expresarme, menos ganas me daban de explicarle a los demás el por qué de mis frustraciones y ganas de ponerle un alto a mi actitud negativa. Solía pensar que lejos de brindar ayuda, la gente buscaba escuchar los problemas de los demás para sentirse de algún modo menos jodidos con su propia situación, jamás dudé de la inteligencia de posibles interlocutores a los que pudiera confesarle mis quejas, pues siempre veía reflejada en el fondo la misma situación horrorosa por las que todas las personas atravesamos alguna vez, la famosa crisis de identidad.

Con el paso de los años fui deshaciéndome de todos los aspectos de mi antigua personalidad de forma casi imperceptible: desde detalles pequeños hasta otros que me llevaron a meditar las cosas con mayor profundidad. En un ejercicio extraño, odiaba a mi antiguo yo, por haberme convertido en lo que era hoy. y de cierta modo lo envidiaba por no poder volver a ser como el. Siempre era demasiado tarde para las correcciones, el camino que eligiese ya haría sido tomado con anterioridad por alguien más brillante, mis ganas de ser rebelde y quererme fundir con alguna causa se irían desvaneciendo a medida que notara más arrugas en mi cara, era triste saber que cualquier cosa o proyecto que me propusiera, mi maligna mente se adelantaba siempre un paso y esquematizaba de manera dramática un posible desastre. Ser tímido, nunca arriesgar, jamás valorar a la gente lo necesario antes de juzgarla se convirtieron en mis máximas.
En mi lucha por encontrarme, terminé quedándome más confundido, en mi lucha por alejarme de los sentimientos que habían ayudado a sentirme engañado y traicionado en numerosas ocasiones en el pasado, terminé vacio en el fondo, solo mis entrañas recibían los gritos ahogados que en momentos eran expulsados en forma de lágrimas cuando las cosas se salían internamente de control.

Opté por callar lo único que me había hecho distinguirme de los demás: mi imaginación, mi capacidad de soñar. Tal vez esto era lo que buscaba el yo de hacía algunos años al descargar emociones en papel y no con personar reales, alejarse de lo que pudiera tener una remota semejanza con el mundo real.

Entre tanto caminos sin salida que tomé, resultó que uno de ellos me regreso otra vez a mi mundo sentimentalista, lleno de fantasías y sensaciones placenteras disfrazadas de algo más. Lamentablemente volví a caer una y otra vez en los mismos errores, con lo cual la lección que buscaba no fue aprendida. Es cierto que la gente no cambia, muchas veces hay que empezar por uno mismo, podemos luchar contra quienes somos pero a final de cuentas los caminos equivocados siempre terminan haciéndonos regresar al punto de inserción.

He perdido mi capacidad de asombro de una manera significativa, siempre es egoísta tratar de buscar culpables cuando uno no siente como debería, o por lo menos como alguna vez pronosticó que se sentiría dado el momento y la circunstancia adecuada. ¿Cómo era? ¿Sentirse enojado con uno pero desilusionado con el mundo? ¿O desilusionado con uno y enojado con el mundo? Mi caso no requiere de vagas muestras de reiterado apoyo o simpatía, necesito algo más, solo me queda esperanza en poderme imaginarme las mil y una posibilidades que planteé para el día siguiente, sin descartar a vivir todas las preguntas pero ninguna de las respuestas. En mi mente tarareó esa rola que jamás dediqué, esa frase que pronuncié en el momento equivocado de mi vida y eso huevos que me faltaron para confrontarme a mí mismo. Al final del día no puedes ganarlo todo y a eso habrá que denominarle algún valor...

Escribir sobre esto siempre es difícil (no sería la primera vez que lo intento, pero quizá la primera vez que lo haga público de manera deliberada), todo esto se desató por un putazo emocional que viví hace algunas horas, la consecuencia es la diarrea literaria de arriba.
-----
Jp…

No hay comentarios.: